El futuro se llena sólo de esperanza y deja atrás ese mal de muerte. Importante visión, nueva visión sobre el cáncer.
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El jefe de Servicio de Oncología Médica del Hospital Vall dHebrón de
Barcelona, Antonio LLombart, cuenta que tiene una paciente que lleva 25
años viviendo con una metástasis de cáncer de mama. Lo comenta en el
congreso que celebraron conjuntamente la semana pasada en Berlín la
Organización Europea del Cáncer (ECCO) y la Sociedad Europea de
Oncología Médica (ESMO) donde, una vez más, ha vuelto a ponerse de
manifiesto el enorme arsenal terapéutico disponible para el segundo
cáncer más diagnosticado a mujeres en el mundo: el cáncer de mama (sólo
superado por el cáncer colorrectal). Si los científicos reconocen que
será muy difícil disponer por el momento de una cura global contra el
cáncer, hay un sueño que parece estar más cerca: hacer de la primera
causa de muerte en los países desarrollados una enfermedad crónica.
Y si hay un tumor que está más cerca que ninguno de acercarse a ese
paradigma es el de mama: el porcentaje de mujeres que tiene un cáncer y
no vuelve a oír a hablar de la enfermedad crece año tras año. Eso no es
todo; aquellas que presentan un peor pronóstico logran vivir cada vez
más años, hasta el punto que aquellas diagnosticadas a una edad más
avanzada (los tumores son más frecuentes en mujeres postmenopáusicas)
pueden morir de otras circunstancias ajenas al cáncer.
Esta es la principal división entre las pacientes de esta frecuente
enfermedad: las que se curan y las que no. Pero hay muchas más. Está,
por ejemplo, la diferencia entre tumores que presentan receptores
hormonales (entre el 50% y el 70% de los diagnosticados) y los que no.
O entre los que son positivos al Receptor 2 del factor de crecimiento
epidérmico humano (HER2+) y los que no lo son. Estas son las más
conocidas para las pacientes pero, como explica el responsable de
cáncer de mama del Hospital Vall dHebrón, Javier Cortés, hay muchas
más.
"El cáncer de mama se divide en cinco familias: el luminal A, el
luminal B, el HER2+, el triple negativo basal light y el triple
negativo normal light", señala Cortés. De estos, el primero y el último
son los que mejores tasas de curación obtienen. El peor, el triple
negativo basal light.
Razones para la esperanza
Pero incluso para éste último
hay esperanza, como se supo en el último congreso de la Asociación
Estadounidense de Oncología Médica, celebrado en mayo en Orlando
(EEUU). Se trata de una nueva familia de fármacos denominada
inhibidores de la PARP. Como explican Llombart y Cortés, en breve
comenzarán en España ensayos clínicos con estos medicamentos, la
esperanza para los tumores que más tienden a recaer.
El gran arsenal terapéutico es uno de los rasgos diferenciales del
cáncer de mama frente a otras enfermedades e, incluso, frente a otro
tipo de tumores malignos. Llombart subraya que, en la web de registro
de ensayos clínicos de los Institutos Nacionales de la Salud de EEUU
(NIH), se puede ver que en este momento se están ensayando más de 400
agentes sólo para el cáncer de mama avanzado. Este experto considera
que la cifra es, incluso, "quizás demasiado alta". "Hay que ver qué
medicamentos no sirven y no ir más allá con ellos", comenta.
A pesar de que cada vez hay más opciones farmacológicas contra el
cáncer de mama que ha recaído, el objetivo primordial de los
especialistas es evitar que el cáncer vuelva a aparecer. "Hay que
diferenciar entre enfermedad localizada y enfermedad metastásica
avanzada; en la primera, el objetivo no es la cronicidad, es la
curación", comenta Cortés.
Pero, tal y como explica el especialista, uno de los grandes problemas
que rodea a este objetivo es que "en oncología nunca podemos saber si
un paciente está o no curado de forma definitiva porque pueden quedar
siempre células diseminadas, y estas células pueden no verse y
reaparecer al cabo de los años". En evitar esa traicionera reaparición
desempeñan un destacado papel los tratamientos hormonales. Uno de ellos
es el tamoxifeno, todo un veterano en la lucha contra el cáncer de mama
que, a sus más de 30 años, se sigue recetando a mujeres con tumores con
receptores hormonales. Pero nuevas familias de fármacos, como los
inhibidores de la aromatasa, se han demostrado como un excelente
complemento al tratamiento inicial con tamoxifeno. Estos fármacos
disminuyen las posibilidades de que a la paciente le vuelva a aparecer
la enfermedad. Puede ser por dos motivos: porque la recaída se retrase
tantos años que no le dé tiempo a dar señales o porque las células
cancerosas que no se ven hayan muerto. " Esto no lo sabemos, el hecho
es que no vuelve a haber enfermedad", subraya Cortés, que añade otra
ventaja adicional: también se reduce el riesgo de que aparezca un
segundo cáncer de mama con entidad propia, no metastásico.
Los porcentajes de curación en España están en un nivel excelente.
Llombart cita el registro de tumores de Tarragona -a pesar de la
exigencia de los oncólogos, aún no hay en España un registro a nivel
estatal-, "uno de los mejores", para cifrarla en un 82%. Es decir, más
de ocho de cada 10 mujeres a las que se les detecta un cáncer de mama
se curan, no vuelven a sufrir un tumor de este tipo. En este
porcentaje, no están sólo las mujeres con tumores en estadio I y II
(hay cuatro) sino, también, algunas en estadio III. "También aquí se
pueden curar, pero el tratamiento principal no será la cirugía",
recuerdan los oncólogos catalanes.
¿Qué ocurre con el resto de las enfermas? "Al contrario de lo que
hacíamos antes, ya no buscamos la curación", señala Llombart. La
"medicina a la carta" es la baza que juegan los oncólogos ante estos
casos, que antes fallecían en el plazo de dos años. Los marcadores como
el HER2 y otros nuevos, como el BRAF, responden muy bien a fármacos
diseñados específicamente contra estas mutaciones. "El objetivo es
cronificar la enfermedad y hay mucha lucha por delante", concluyen los
expertos.